Fabián el peluquero

Es
la segunda vez que voy a cortarme el pelo en esta ciudad, Lima, que voy conociendo de a poco. El peluquero se llama Fabián y recuerdo que la primera vez que vine me abrumó la música a todo volumen y fue imposible hablar.

Hoy la música estaba más baja y Fabián parecía de buen humor. Mientras me sentaba en el sillón para que me cortara el pelo dije que me alegraba ver el sol en Lima, una ciudad cubierta por la niebla gran parte del año. Luego permanecí en silencio, respetando el suyo.

No sé bien qué fue lo que alguno de los dos dijo que generó un inesperado comentario suyo: “No sé qué hay despúes de la muerte…”. Un poco sorprendido, le pregunté: “¿Se hace esta pregunta porque no sabe cómo sigue o si sigue, y esto le genera temor?”; “Y, sí”, me respondió.

Traté de ponerme en su pellejo. Recordé lo que había mencionado al cliente precedente: que le gustaba apostar, pero no tanto por el juego en sí, sino para ganar: “sin ganar, no tiene sentido jugar”, había dicho. Imaginé que no tendría fe, que apoyaría su vida en valores más contingentes, más tangibles.

Me encontré hilvanando un discurso medio traído de los pelos (¡justo en una peluquería!) y me dejé llevar por lo que me iba saliendo en el deseo de ofrecerle una respuesta de alivio a su pregunta existencial. “A veces pienso en la capacidad que tiene nuestra inteligencia humana –dije– capaz de recorrer hacia atrás miles de años de historia para conocer las culturas milenarias de los egipcios, de los antiguos romanos, la cultura incaica … sin hablar de la ciencia que logra hipotizar el comienzo del universo, el Bing Bang … y al mismo tiempo, siempre nuestra inteligencia logra proyectarse hacia el futuro. Basta ver películas de ciencia y ficción que luego de un tiempo la realidad la supera, o los mismos científicos que nos anuncian hoy lo que sucederá dentro de miles de años … Creo que los seres humanos, a diferencia de las otras especies, llevamos algo dentro nuestro que viene de más lejos y va más allá del tiempo que pasamos sobre este planeta …”.

Y concluyo: “Soy optimista, creo que cuando termine este viaje nos llevaremos bonitas sorpresas …”. La dejo ahí picando…

Fabián sonríe, lo veo por el espejo. “Y sí, tal vez sea así”, me dice más relajado. Siempre por el espejo capto que su afirmación no parece querer dejar sastifecho al cliente, más bien el tono de su voz suena seguro y sincero.

Los 20 minutos ya pasaron, la música se sigue escuchando a la distancia. Lo saludo por primera vez por su nombre: “Gracias Fabián, hasta la próxima”. Me estrecha la mano manteniendo la sonrisa.

Creo que un pequeño rayo de sol, como el que trata de filtrarse entre las eternas nubes limeñas, acaba de entrar en la peluquería y en el corazón de Fabián.

 

Gustavo E. Clariá

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Pubblicato da Gustavo Clariá

Nato a Córdoba, Argentina, nonno piemontese, economista, comunicatore, scrittore. Ho vissuto la metà della mia vita in Europa (Italia in particolare) e l'altra in America Latina. Giramondo, aperto alla conoscenza di altre culture. L'unità, nel rispetto della diversità, della famiglia umana, è il mio orizzonte. Cerco, quindi, di vivere la mia giornata "costruendo rapporti" di concordia e di unità. Il mio contributo alla pace.