El concurso de canto

Esa
noche se presentarían en un concurso de canto dos de nuestros amigos venezolanos.

“¿Vamos a acompañarlos, no?”, dijo convencido Juan Carlos. Yo traté de imaginarme en un ambiente de ese tipo y no lo logré, pensé que me sentiría un extraño. ¿Pero cómo íbamos a dejar a nuestros amigos que han dejado su patria huyendo de la emergencia humanitaria en la que se encuentra inmersa, con el enorme dolor que cargan día tras día señalados como “refugiados” y con el único deseo de regresar algún día a su Venezuela? Respondí que “¡por supuesto!”. Y así fue que nos encontramos esa noche sentados en un auditorio colmado de amigos y fans de los 15 concursantes que habían llegado hasta esta instancia superando a un centenar de jóvenes talentos.

De los 15, premiarían sólo a algunos y pasarían solamente dos a la gran final. ¿Cuál sería la suerte de Ana y Omer? Nos propusimos acompañarlos, darles coraje con nuestra presencia y nuestra hinchada estilo “barra brava”.

Omer, en su primera interpretación se presentó vestido de mariachi mexicano, de blanco completo y un magnífico sombrero de charro negro (¡todo prestado!) y entonó la famosa “Malagueña salerosa”. A pesar del resfrío que lo acosaba, lo hizo con garra y empatía con el público, sostenido por una “barra brava” que éramos siempre nosotros.

Cuando le llegó el turno a Ana la emoción de su madre y de la hinchada nos estaba desbordando. Ella se presentó con un elegante vestido largo de un verde intenso, muy entonado con la canción que eligió: Never Enough (The Greatest Showman). Su interpretación fue perfecta, concentrada y manteniendo la entonación a pesar del mal funcionamiento del parlante de “retorno”. Ambas buenas interpretaciones nutrían nuestras esperanzas.

Pero tampoco les faltaba talento a los otros 13 participantes, algunos realmente notables, y entre ellos una adolescente de apenas 12 años que se exibió con un rock soft muy agradable. Aunque estábamos allí para sostener a nuestros amigos, la “hinchada” hizo su parte para aplaudir a todos.

Llegó el momento de los 5 premiados que interpretarían una segunda canción y, con alegría, escuchamos el nombre de ambos. ¡Estaban entre los primeros 5! Omer fue elegido como el mejor participante masculino, a pesar del resfrío …. Pero el cúlmine de la noche tenía todavía que llegar: sólo dos pasarían a la gran final ya con un reconocimiento en dinero. Nombraron a la segunda: la adolescente que nos había gustado.

¿Y la primera? ¡Sí! La ganadora fue Ana que, en su segunda interpretación, eligió la difícil y bella canción di Whitney Houston “I Will Always Love You”. Se jugó el todo por el todo y lo logró: ganó.

Cuando las acompañábamos a ella y a su madre hasta su casa pensaba en una frase que le había escuchado a Chiara Lubich, que sonaba más o menos así: cuando compartimos los dolores, se dividen y cuando vivimos juntos las alegrías, se multiplican.

También en un concurso de canto es posible construir relaciones más profundas y fraternales.

Gustavo E. Clariá

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Pubblicato da Gustavo Clariá

Nato a Córdoba, Argentina, nonno piemontese, economista, comunicatore, scrittore. Ho vissuto la metà della mia vita in Europa (Italia in particolare) e l'altra in America Latina. Giramondo, aperto alla conoscenza di altre culture. L'unità, nel rispetto della diversità, della famiglia umana, è il mio orizzonte. Cerco, quindi, di vivere la mia giornata "costruendo rapporti" di concordia e di unità. Il mio contributo alla pace.