La elección de Jenny y Javier

Con
el Sínodo Panamazónico a las puertas, esta historia se desarrolla en un pueblo peruano de Amazonas. No habla de incendios, ni de deforestación, ni de petroleras, ni de buscadores de metales preciosos. Es la historia de Jenny y Javier que eligieron vivir en Amazonas con el deseo de llevar, como familia, la luz del Evangelio a “los últimos”.

Jenny y Javier con una hermana del lugar.

“Vivíamos en Argentina pero decidimos trasladarnos a Lámud, el pueblito donde nació Jenny, en lo que se denomina “Ceja de Selva” (mitad selva, mitad montaña), cerca de las nacientes de los grandes ríos Marañón y Amazonas. Queríamos estar cerca de sus padres, ya mayores y delicados de salud”.

Javier es argentino y con Jenny se conocieron mientras ella estudiaba en Rosario. Tienen dos hijas pequeñas (2 y 4 años) y Angie (de 17). Pasar de una gran ciudad como Rosario, a un pueblito perdido con 2.500 habitantes y a 2.300 metros de altura fue sin duda un gran salto. Me cuentan que vendieron “lo poco que tenían” y partieron para Amazonas, la región más pobre de Perú, a 1.600 km. de Lima y a 14 horas del focolar más cercano.“Sabíamos que no tendríamos viaje de vuelta”.

Era, sobre todo para Javier, un verdadero desafío. Desde muy jóvenes habían encontrado la espiritualidad de la unidad de los Focolares y, también ahora como familia, decidieron poner en práctica el Evangelio. Por eso “su mayor preocupación”, me cuentan, era llegar a un lugar donde “estarían solos”, sin personas que compartieran sus mismos ideales. Decidieron, entonces, hacer de todo para testimoniar y anunciar el Evangelio con sus vidas, para que, también en ese pueblito amazónico, naciera una semilla de la espiritualidad de la unidad.

La pequeña comunidad con los amigos llegados de Talara.

Se propusieron vivir el mandamiento del amor recíproco para que Jesús estuviera siempre presente espiritualmente en su familia, según la promesa que “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20). Con esta convicción y creyendo en la afirmación de Chiara Lubich que “uno de los frutos de tener a Jesús en medio es que hace nacer la comunidad”, partieron decididos hacia el Perú.

A los pocos días de llegados, el Obispo visitó el pequeño pueblo de Lámud y se presentaron como una “familia focolar”. El obispo los bendijo y los estimuló a seguir adelante en el compromiso asumido. Empezaron recorriendo la periferia del pueblo visitando “a los más pobres de los pobres, a los últimos”. Iban a las casas (por así llamarlas) en donde encontraban a ancianos que “no tenían ni siquiera un lecho digno en donde morir. Tal era la pobreza!”, cuentan. Conocieron a muchas familias con la única expectativa de tener un plato de comida al día para ellos y sus hijos.

“Tratábamos de acariciarlos, de mirarlos a los ojos, de darles una palabra de aliento, de llevarles algo para comer. A veces, y cuando podíamos nos quedábamos 2 ó 3 días con ellos compartiendo sus dolores, su pobreza, sus breves alegrías y esperanzas”.

Con el deseo de generar una pequeña comunidad comenzaron a organizar encuentros de la “Palabra de Vida”, sin algún éxito. Cambiaron de táctica varias veces. “Nunca nos desanimamos, pues sabíamos que Jesús tiene sus tiempos y lo importante era estar a Su juego”. Insistieron en invitar a los vecinos a encontrarse en torno a la Palabra de Dios y, de a poco, fueron sumándose algunas personas, entre las cuales algunas madres de los niños que van al Jardín de infantes con sus hijas. Prepararon también momentos para los más pequeños. Fue el comienzo, una pequeña llamita.

Mientras tanto, el párroco les pidió que asumieran la catequésis familiar del poblado y de otros diez pueblitos aledaños, algunos ubicados a dos horas de viaje. Recientemente tuvieron la primera visita de un grupo de la comunidad de los Focolares de la ciudad de Talara, a 650 km de Lámud (12 horas con carro). Una visita que marcó, según ellos, “un antes y un después en la vida de nuestra comunidad”. Jenny y Javier afirman con la alegría de quienes han encontrado su lugar en el mundo: “Somos poquitos, pero algo nació! No queremos crearnos expectativas, pero creemos que Jesús tiene una cierta debilidad por Amazonas, por los más pobres. Quizás porque también El nació entre los pobres…. y entre ellos se quedó. No sabemos los caminos por los que quiere llevarnos, pero son los únicos que queremos recorrer! Queremos, como El, dar la vida por nuestra gente”.

Gustavo E. Clariá

(Publicado también en la página web internacional del Movimiento de los Focolares)

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