Viaje a Tierra Santa / 5

¡Regresamos
a Nazaret, a casa! Después de cenar, una sorpresa: la Superiora de la casa de las Hermanas de Nazaret, en donde nos alojamos, nos muestra las excavaciones descubiertas hace poco. Están justo debajo de nuestras camas … ¡Impresionante! Un espacio amplio y lleno de vestigios de construcciones bizantinas, del tiempo de las Cruzadas y de los primeros siglos d.c. Hasta una “tumba del Justo” del primer siglo. Algunos sostienen que podría tratarse realmente de la de San José. ¡Aquí las sorpresas ya casi no nos sorprenden!

Mañana dejaremos Nazaret … ¡Qué ganas de volver un día! ¡Este lugar es realmente casa. Hay algo en el aire que te hace sentir cómodo, bien, muy bien!
Antes de dormirme, me pasa un pensamiento: aquí Jesús vivió muchos años en la cotidianeidad, en la normalidad, como un hombre cualquiera. ¡Él, el Verbo de Dios! Y lo hizo en una familia de vírgenes, a la cual el focolar trata de reflejar. Tal vez sea este el motivo por el cual me siento atraído por Nazaret.

16 de noviembre. A las 7 a.m. comenzamos el día con la S. Misa en la iglesia de San José. Luego nos preparamos para partir. Hasta pronto Nazaret,“Ciudad de la flor”, éste es tu nombre. ¡Más apropiado imposible!

Partimos hacia Jericó, al sur, cerca de Jerusalén. Es una pequeña ciudad de 5 km de diámetro, sumergida en el desolado valle del Jordán, que se remonta a 8.000 años: la ciudad más antigua que existe.
¡Impresiona el desierto! Nos detenemos a observar el “Monte de la Cuarentena” (de las tentaciones), donde Jesús ayunó 40 días y 40 noches, antes de comenzar su misión y donde fue tentado por el Demonio. El precipicio es muy alto.

Llegando a Jericó (“Ciudad de la luna”), te sorprende en cambio el verde. Es un hermoso oasis con los famosos frutos de la región: palmas de dátiles, frutas cítricas, buganvillas, muchas especies de plantas y flores. Allí nos detenemos bajo la famosa “Higuera”, a la que se subió el recaudador de impuestos Zaqueo para ver pasar a Jesús. Me impresiona constatar una vez más que Jesús buscaba la relación personal, aquélla que cambia la vida de las personas.

Jericó, además, recuerda la parábola del “Buen Samaritano”, del amor al prójimo. Y aquí se comprende mejor cuando los evangelios dicen “que un hombre bajaba de Jerusalén (al sur) hacia Jericó (al norte)”, porque esta antigua ciudad se encuentra a 400 metros bajo del nivel del mar. Por lo cual, desde Jerusalén había que descender.

Después de un almuerzo, siempre árabe, lleno de sabores y especias apetitosas al paladar, vamos a conocer las ruinas de Qumran, cerca de Jericó, en la orilla accidental del Mar Muerto. Allí se encuentra uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años. Fue en el 1947: un pastor beduino estaba buscando una oveja perdida y descubrió una gruta (¡que luego serán 11!) llena de jarrones con rótulos y pergaminos, monedas y cerámicas … Los rótulos contienen todos los libros del Antiguo Testamento, con excepción del Libro de Ester.

En Qumran estaban los Esenios, una comunidad que vivió desde el año 150 a.c. hasta el 70 d.c., y parece que el Bautista perteneció a esta comunidad, y que la hayan conocido los primeros cristianos judíos (quizás también Jesús). El descubrimiento es de 1000 años antes que los textos conservados y considerados más antiguos de la Biblia, hasta ese momento. Impresiona la fidelidad de los textos. La Palabra de Dios ha sido transmitida intacta.

El viaje continúa en las aguas del Mar Muerto. ¡Una experiencia única: nos bañamos a 400 metros bajo el nivel del mar! El agua es tibia, con el fondo volcánico y una concentración de sal del 25%. Flotamos como si fuéramos pelotas de goma y, obviamente, evitamos sumergir la cabeza o la cara. El agua es muy rica en sodio, magnesio, asfalto,  aceitosa y densa. ¡Parecemos niños que juegan a flotar felices! El mar tiene una longitud de 90 km y 15 km de ancho, rodeado de montañas como el Moab al oriente, el Monte Nebo sobre Jericó y las montañas rojas que suben hacia Petra. En la otra orilla se ve Jordania.

Retomamos la ruta hacia Belén, donde estaremos dos días. Subimos casi 1.200 metros, desde el Mar Muerto hasta Belén (775 m.s.l.m.). Tomamos la ruta del Wadi El ket (desierto). El panorama es realmente desolador, interrumpido por pequeños grupos desparramados de beduinos.

Belén está bajo la Autoridad Palestina, pero está como en una cárcel, encerrada por un muro. Es triste constatar que el hombre no aprende nada de su propia historia, de sus propios errores.

Después de cenar, nos encontramos con la comunidad local de los Focolares. Impresiona la fe que tienen. Se percibe, también, el sufrimiento que tienen que soportar cada día, sin embargo no se detienen y siguen amando y creyendo contra toda esperanza. Construyen con coraje la paz en las relaciones cuotidianas.

Gustavo E. Clariá

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