Las focas viven en el frío

El
siguiente cuento breve lo escribí en el 2006 y se basa en una historia real. “Amanecía sobre el poblado con el calor de siempre. San Miguel de Capiatá se había vestido de fiesta para recibir a los ilustres huéspedes que ya estaban haciendo la recorrida por los lugares más importantes.

Con los niños de la Escuela Unipar de San Miguel de Capiatá

En la gran sala de reuniones un hormiguero de niños con sus planchados guardapolvos esperaba impaciente la llegada de las visitas. El calor sofocante y la curiosidad aumentaban a medida que pasaban los minutos.
Cuando finalmente éstas hicieron su ingreso en el salón, un aplauso apenas contenido estalló en medio de la infantil algarabía. Y la fiesta se inició: saludos de circunstancias, danzas típicas ejecutadas por los mitâ’i[1], y hasta una poesía preparada para la ocasión.

Luego, los niños se retiraron rumorosos y la visita guiada prosiguió con el pequeño grupo de adultos encargado de los varios sectores del poblado: el consultorio, la escuela, los talleres, la panadería, la plaza, la guardería…  A todo lo mostraban con inocultable orgullo, pues cada cosa era fruto del esfuerzo colectivo, de la lucha contra la marginación y las innumerables privaciones. Y fue entonces, mientras visitaban la escuela, cuando uno de los huéspedes notó al chico en el fondo del aula. Estaba parado, con un mazo de cartas en la mano, repitiendo solito y en voz alta, los nombres de los animales representados en ellas: “yacaré…, loro…, carpincho,…mono…”.

Revisando la libreta de Oscar.

El
hombre, lleno de curiosidad, se arrimó con delicadeza al niño y le preguntó, como si se conocieran desde siempre: “¿Y éste –sacó una carta cualquiera del medio del mazo– cómo se llama?”. Sorprendido, el pequeño jugador parpadeó nervioso y su cerebro pareció conectarse a un buscador acelerado para responder correctamente. Su rostro infantil se transformó, como por encanto, en el de un hábil jugador de ajedrez tratando de ejecutar un jaque mate. Pero por más esfuerzo que hiciera, sus cejas se fruncían siempre más, y el nombre deseado no aparecía en su ya ofuscada mente. “Foca”, le sopló el huésped. Y agregó como disculpándolo: “Pero claro, viven en zonas muy frías y lejanas; es imposible que hayas visto una alguna vez”. “No, nunca”, lo miró con sus ojitos brillantes el mitâ’i.

Fue un instante, de ésos en el que los corazones se encuentran en alguna dimensión desconocida, y simpatizan atraídos por misteriosas razones. El hombre percibió el agradecimiento infinito del chico, su infantil demanda de cariño, su quizá apremiante necesidad de la presencia paterna siempre lejana, de alguien le representara en algún modo esa figura tan anhelada. Lo que hasta ese momento le había parecido importante y había absorbido su atención, pasó a un segundo plano. Quien acababa de tomarse de su mano, ocupó el lugar de todo.

La visita proseguía bajo el sol agobiante. Por fin los invitaron a sentarse en la sombra, alrededor de una larga mesa de guayacán, y les ofrecieron comidas típicas. El niño retrocedió entonces, buscando instintivamente un lugar apartado. El hombre lo llamó con un gesto cómplice y le hizo un lugar a su lado. Las mujeres pasaron la fuente con los panecillos y las chipas, y al chico lo saltearon; pero el huésped tomó su parte y algo más, para el otro. El niño lo miró con desconcierto, como pidiéndole permiso. “Sí, puedes comer, es para ti”, lo animó con mirada serena el hombre, y luego le pasó su propio vaso lleno de jugo refrescante. “¿De su mismo vaso?”, pareció preguntar incrédulo el niño. “Por supuesto, somos amigos, ¿no?”, fue la respuesta telepática del visitante. La criatura se sentía a sus anchas, como si nunca antes hubiera sido tan feliz. Y no tanto –se le ocurrió pensar al hombre– porque se encontrara entre los grandes y disfrutando de lo que comían las visitas, sino porque ahora sentía que tenía un amigo a su lado, que debía parecerse al padre con el que tantas veces habría soñado.

Con Oscar en el aula donde me mostró los naipes con imágenes de animales.

“¿Te gusta pescar en el arroyito de atrás? A mí me gustaba cuando tenía tu edad; sobre todo cuando me sentía triste, o quería olvidar…”, le preguntó el hombre. “¿Cómo puede ser que hasta esto sepa?”, pareció interrogarse el niño con una mezcla de fascinación y tristeza. Pero de inmediato se repuso y retrucó: “Sí, pero yo pesco sólo de los grandes… pirá ypeguá[2]”, y su mirada se perdió, orgullosa, quizá imaginando las turbias aguas del arroyo del poblado. “Es lo que  esperaba de ti”, respondió seguro el huésped, y sacándose su gorro se lo puso al niño como si estuviera condecorándolo por algún mérito que sólo ellos dos reconocían.

Y así transcurrió el resto del tiempo, entre frases dichas o solamente pensadas –pero que ambos comprendían– hasta que llegó el momento de partir. “Tengo que irme” –dijo el hombre– y miró al niño con un amor que se había vuelto inmenso. La criatura, en un esfuerzo extremo por superar su natural timidez, se abalanzó sobre su nuevo amigo-padre y lo estrechó en un abrazo interminable. Pero era tan bajito, que apenas logró aferrarse a las piernas de quien, no había duda, ya no quería perder.”

Gustavo E. Clariá

Nota: Oscar tenía 6 años cuando nos conocimos y ahora tiene casi 25. Ha estudiado con tenacidad, es cocinero de profesión y, lo más importante, es un joven lleno de fe y de buen corazón. ¡Oscar es mi ahijado!

[1] Niños, en idioma guaraní. [2] Peces de agua dulce.

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Pubblicato da Gustavo Clariá

Nato a Córdoba, Argentina, nonno piemontese, economista, comunicatore, scrittore. Ho vissuto la metà della mia vita in Europa (Italia in particolare) e l'altra in America Latina. Giramondo, aperto alla conoscenza di altre culture. L'unità, nel rispetto della diversità, della famiglia umana, è il mio orizzonte. Cerco, quindi, di vivere la mia giornata "costruendo rapporti" di concordia e di unità. Il mio contributo alla pace.

31 Risposte a “Las focas viven en el frío”

  1. Querido Gustavo,
    Me ha recordado mucho a la historia de “El Principito”
    Cuando se crean lazos, estos son para siempre, Igual que el principito con su Rosa o cuando la Zorra le pide que le domestique. A partir de ahi ya no será nada igual.
    Somos responsables de todo cuanto hacemos o decimos y es importante hacerlo bien. Por eso ya no podemos ser indiferentes con las personas que pasan a nuestro lado. Se trata de amar de una forma gratuita al igual que como una vez hemos sentido el amor de Dios en nuestro corazón que no es para quedarnoslo sino para ofrecerlo.

  2. Muy linda historia Gusti … recuerdo cuando tenía 7 u 8 años y estabas de visita en Argentina. Viniste a cenar a casa y, mientras te ibas, nos dijiste que regresabas a Italia al día siguiente. Yo creía que te quedarías para siempre con nosotros y lloré desconsoladamente como una hora … (Juan, Argentina)

  3. Che cuore grande……che amore, intuizione, gratuità,giornata indimenticabile,grazie 💞 (Augusta, Italia)

  4. Preciosa historia. Me emocionó mucho. Son esas historias que nos marcan para siempre. Gracias por compartirla (Delia, Argentina)

  5. Grazie Gustavo un dono, educativo e formativo x ki legge, espressione dell Amore di Dio oggi. Mi auguro ke sappiamo leggere e cogliere (Stefano, Italia)

  6. Che gioia! Anche se a volte la vita si fa difficile, con l’amore vero si riesce ad andare avanti a testa alta! E sono tante nel mondo le persone che ti vogliono bene, sei una persona speciale per molti, Gustavo! 😁👍 (Gianni, Italia)

  7. grazie Gustavo, molto bello come sono sempre le esperienze.
    Sempre rivolte verso L’unità !! 😀😀😀👍🏻👍🏻👋🏻 (Cristiano, Italia)

  8. Es una hermosa historia de vida, esta que tuviste con Oscar, tu ahijado. Excelente actitud y muy conmovedores fueron esos pasos que relataste. Me gustaría, si aún no lo has hecho, hacérselo conocer a nuestros Ex Compañeros Monserratenses, solo si lo autorizas. Un abrazo (Javier, Argentina)

  9. Hermoso el cuento breve querido AMIGO Gustavo. Sabes que tengo 7 hijos y 13 nietos. Descuento tu autorización para enviarselos, sobre todo a mis nietos, que por ser hijos de mis hijos, son doblemente hijos. Sólo alguien con el alma tan transparente y valores tan elevados impregnados del amor que irradias puede conmover tan profundamente el espíritu !!! Bellísimo tu relato.Recibe un abrazo inmenso de tu compañero monserratense y amigo desde siempre.
    Felicitaciones por ese excelente Ahijado !!! Con seguridad fue Dios nuestro Señor quien le eligió el PADRINO (Manuel, Argentina)

  10. Gracias por la historia del Padrino y su ahijado, a partir de un diálogo espontáneo (Miguel, Colombia)

  11. Lo que más me atrae de la espiritualidad de Chiara son las experiencias. Gracias por tu relato que es vida (Ofelia, Venezuela)

  12. 💖de entrada supe que era Oscar tu ahijado, muy lindo!! Me alegra que sigan unidos😘😘❤️ (Esther, Argentina)

  13. Qué hermosa desripción, Gustavo ! En pocas palabras … escribiste un libro! (Javier, Amazonía)

  14. Que hermosa historia!!! Realmente me llegó al corazón y que bueno que Oscar haya tenido la posibilidad de conocerte. Me alegra tanto saber qué es un hombre de bien. Un fuerte abrazo (Guillermo, Argentina)

  15. Yo recuerdo cuando estuviste aquí en Tenerife hace unos años y nos enseñaste un audio de tu ahijado, bonita relación entre los dos (Mimín, Tenerife)

  16. Esos son los regalos de Dios que da a quien lo ama, Dios te bendida mi gran amigo (Ricardo, Perú)

  17. Querido Gustavo, me hiciste emocionar.
    Qué bello es ir engendrando hijos espirituales fruto la consagración a Dios. Un fuerte abrazo desde Colombia.

    1. Así es querido Hugo, Dios nos prometió el céntuplo ya en esta tierra, también en hijos y hermanos/as. Me conecté con José Pereira de la Facenda de Dean Funes, están ayudando a un muchacho que conozco. Como siempre, excelente el trabajo que ustedes hacen. Gracias!

  18. Que historia preciosa, tierna y verdadera. Qué hermoso que está escrito, una ternura total, divino (Beatriz, Argentina)

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